Sobre un mar encalmado, sin ribera
ni velas a lo lejos, floto ausente.
A veces, aun me llega, recurrente,
desde el abismo azul de la quimera,
la luz de una perdida primavera
que ilumina mis ojos y en mi frente
nos dibuja abrazados, diente a diente,
como lenguas de fuego de una hoguera.
Pero es solo un instante. Luego, el cielo
se hace otra vez mortaja. La deriva
marca al albur mi rumbo y adivino
que, como un pez trabado en el anzuelo
de un hermoso espejismo, mientras viva,
su dolor será el norte en mi camino.
Rafael Valero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario